11 de enero de 2011

"Hace un mes que no atacan atuneros, pero ¿y si logran subir y se encaran a los guardas?"

Tres marineros baioneses que vivieron persecuciones en el "Campolibre Alai" y el "Elai Alai" se sienten protegidos por los vigilantes, pero temen el creciente acopio de armas de los bucaneros
N. PILLADO/C. GONZÁLEZ - BAIONA/BUEU Los veintitrés atuneros españoles que faenan en el Índico ya no parecen un objetivo para los piratas somalíes. Los vigilantes de seguridad armados que navegan a bordo han repelido numerosos ataques en los últimos meses a tiros y los bucaneros podrían haber desistido en sus intentos de asalto. Sus tripulaciones, entre las que siempre se halla algún marinero natural del municipio pontevedrés de Baiona, constatan un cese de los avistamientos de esquifes desde hace "unos cuarenta días". Lejos de tranquilizarlos, la situación les preocupa, como la calma que precede a cualquier tempestad. Las organizaciones de delincuentes que mandan en el mar que les da de comer incrementan cada vez más el aprovisionamiento de armas de tecnología punta. "Tienen hasta lanzagranadas y, cuantos más secuestros, más dinero para comprar. Hace un mes que no atacan atuneros, pero ¿y si un día logran abordarnos y se encuentran con los guardas armados? ¿qué ocurrirá? ¿habrá muertos?..." Así de tajantes se mostraban ayer tres baioneses y un buenense tras conocer el secuestro del pesquero Vega V.
Los cuatro conocen el miedo muy de cerca. El vecino de Bueu Manuel Nantes trabaja como engrasador a bordo del Alakrana, que sufrió 52 días de secuestro en 2009. José María Figueirido y Francisco Blach, de Baiona, son marineros en el Campolibre Alai, atunero de la compañía vasca Etchebastar –propietaria también del Alakrana– cuyos vigilantes han repelido ya tres ataques en poco más de un año. José Bernardo Leyenda, también baionés, es marinero en el Elai Alai, de la misma empresa y perseguido en una ocasión hace dos meses.
Todos confían en la profesionalidad de los cuatro guardas que los acompañan en cada barco desde hace un año. "Nos han salvado la vida y siempre están muy pendientes. Hacen turnos de vigilancia y, cuando largamos el aparejo, están todos arriba porque son los momentos más peligrosos, cuando la maniobrabilidad de los buques resulta más lenta". Precisamente esos instantes son los más temidos para ellos:"Si se aproximan con las redes en el mar, si son muchos y cada vez mejor armados y beligerantes..."
Son reflexiones que asaltan sus cabezas cada vez que se encuentran mar adentro, pero prefieren borrarlas con rapidez y pensar que están protegidos debidamente. Prueba de ello son las situaciones límite a las que se han enfrentado en los últimos meses. José María Figueirido relata cómo los vigilantes los enviaron al túnel de máquinas durante los tres intentos de asalto sufridos en el Campolibre Alai. "Con rapidez nos mandan para abajo y cierran la puerta. Y allí estamos, en el centro del barco, donde no hay peligro si nos tirotean, durante una hora más o menos". Esos sesenta minutos que los tres baioneses han vivido fueron "eternos". "Estuvimos escondidos sin saber si nos abriría la puerta el capitán del barco o un pirata. Es muy duro", explican. Todos reconocen que esas situaciones les afectan psicológicamente, pero les restan importancia frente al sufrimiento de los compañeros del Alakrana o el Playa de Bakio durante sus cautiverios.
Les queda la resignación y la esperanza de que "no ocurra nada" hasta la jubilación. A José María le quedan cinco meses. A José Bernardo tres años y a Francisco, cuatro. Todos se embarcaron hace décadas en los atuneros del Índico por las condiciones laborales. "Hace buen tiempo, no pasamos frío. Tenemos vacaciones de dos meses cada cuatro. Los barcos son cómodos, hay un camarote para cada uno..." Ninguno imaginaba que llegaría esta situación y ahora no lo dejan porque la edad les resta oportunidades en el mundo laboral.
Fuente: farodevigo.es