Ahora, aparte de tener que quedarse un año más en Segunda División, vamos a ver qué puro económico le cae a la UD Las Palmas
Hace una semana la UD Las Palmas perdía de la manera más tonta y cruenta que uno pueda imaginarse el ascenso a la Primera División del fútbol español. La invasión de dos o tres centenares de catres al campo de juego cuando apenas faltaba poco más de un minuto para que el árbitro decretase el final de la contienda, entonces con 1-0 a favor de los amarillos, distrajo a los jugadores locales que, tras la reanudación, parecieron quedar en estado de shock, tal y como demuestran las imágenes del gol que le cuelan al meta Barbosa, un tanto bobo, pero suficiente para que el sueño de subir a la máxima categoría se esfumase como se nos evade la arena entre las manos.
Por supuesto, esos aficionados, por llamarles de alguna manera, no eran seguidores habituales de la UD Las Palmas, sino simples gamberros que, amparándose en el fútbol, fueron a dar el espectáculo al estadio de Gran Canaria, gente que debería ser puesta a buen recaudo y lejos de cualquier instalación deportiva porque han demostrado que no saben comportarse como personas civilizadas.
Lo suyo nada tiene que ver con los valores que se requieren para alguien que practique o siga cualquier tipo de deporte. Quien ama al deporte, desde cualquiera de sus vertientes, sabe que actitudes como las que se dieron en el campo amarillo están muy alejadas de lo modélico. Esa gente debe ser apartada de por vida de toda cancha, estadio o terrero de lucha canaria.
Pero no todo es un problema de unos centenares de vándalos, también es culpa de quien pone la casa, en este caso la UD Las Palmas y su presidente, Miguel Ángel Ramírez, dueño, paradójicamente, de la empresa de seguridad que debería de velar para preservar la calma en el recinto. Sin embargo, sea por hache o sea por be, el caso es que los integrantes de Seguridad Integral Canaria se vieron desbordados ante la avalancha que se les venía encima y optaron por contener en la medida de sus posibilidades, que fue más bien poco ante el continuo saltar de especímenes al terreno de juego.
Ahora, aparte de tener que quedarse un año más en Segunda División, vamos a ver qué puro económico le cae a la UD Las Palmas. La sanción puede ser bastante grave porque no se trató de un individuo, sino de varios, además con actitudes sumamente agresivas en algunos casos. Mala cosa es que no se sepan controlar estas cosas.
Porque para ser de Primera no sólo basta con ascender en el campo, sino tener toda una estructura de Primera, comenzando por cuestiones tan básicas como la seguridad. Y si somos incapaces de controlar a una manada de desaprensivos, tal vez no se merezca estar en Primera.