El Ayuntamiento posterga a otoño el reforzamiento de la vigilancia privada pese a que es ahora, en primavera y en verano, cuando aumentan los usuarios
La seguridad del centenario parque de María Luisa sigue en entredicho dos meses después de la conmocionante muerte de una joven que falleció desangrada por los brutales abusos sexuales sufridos de madrugada en el interior de un recinto que, supuestamente, tiene vetados en invierno todos los accesos entre las 22 horas (el horario se amplía hasta la medianoche durante la primavera y el verano) y las 9 de la mañana, pero donde rara es la noche en que no se cuelan —sin que puedan alegar extravío— personas de toda calaña y condición que conforman una fauna sátira ante la que conviene estar precavido.
Cuando se esconde el sol, las vías de acceso más comunes y concurridas se corresponden con los bares de copas de moda en la zona: la discoteca Alfonso y la terraza Bilindo. Están incrustados en el parque y, aunque en temporada alta contratan seguridad privada —para disuadir de botellones—, cualquiera que se haga el despistado accede a las 40 hectáreas de jardines, donde los más incautos pueden darse un paseo nada aconsejable tanto en noches cerradas como (sobre todo) con luna llena, tal como ha quedado tristemente demostrado en la muy avanzada instrucción del crimen de la joven presuntamente violada por un individuo que ha reconocido al juez que solía acudir por la tarde noche a María Luisa para guipar parejitas e intentar escarceos sexuales.