La subasta de este año ha contado con más revólveres por el cierre de dos empresas de seguridad y con 107 armas provenientes del litigio legal por la herencia de un marqués
A lo largo de toda la semana, coleccionistas y armeros de toda España se han dado cita en Valencia para intentar hacerse con algún «chollo» en la subasta de armas que anualmente organiza la Guardia Civil. Las que no hayan captado la atención de ningún comprador, acabarán en la chatarra
«¡Cien euros! ¡Ciento veinte! ¡Doscientos! ¡Doscientos cuarenta! ¿Se planta? ¡Adjudicado!». Coleccionistas y armeros llegados de toda España, policías y guardias civiles en busca de un arma particular, empresas de seguridad y, en definitiva, cualquier persona física o jurídica con licencia de armas han rastreado durante esta semana la colección de armas en subasta expuesta en el cuartel de Cantarranas de la Guardia Civil para pujar por alguna de ellas —eso sí, a sobre cerrado y no de viva voz como la simulación que da inicio a este reportaje—.
Cada año varía el número de personas que acuden a esta cita armamentística para conseguir el arma que «dé en el blanco». En esta ocasión han sido 1.260 las armas cortas y largas a las que han podido optar los pujadores. Tienen distintos orígenes que van desde la caducidad de las licencias de sus propietarios hasta las incautaciones llevadas a cabo por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pasando por las que acaban en venta por orden de algún juzgado tras un desacuerdo entre herederos o la quiebra de un negocio del sector.
En la exposición de este año ha habido un aumento de la presencia de revólveres debido al cierre de dos empresas privadas de seguridad. Además, hay 107 armas procedentes de otra subasta ordenada judicialmente tras la muerte de un marqués y el conflicto entre sus hijas por la herencia.
El precio de tasación varía mucho de un arma a otra: cuando una persona pierde la licencia debe depositar su arma en la Guardia Civil y fijar un precio mínimo de tasación. A partir de ese momento, dispone de un año para recuperarla. De lo contrario, entrará en subasta. En ocasiones el valor del arma es más sentimental que real. «No hay un precio estandarizado sino que es algo personal de cada uno», explica el teniente interventor de armas y explosivos de la Comandancia de Valencia, Antonio Díaz.
Ese plazo se amplía a dos cuando se trata de una sociedad, casi siempre, una empresa de seguridad o una armería. La razón es sencilla: se les da el doble de tiempo por si en ese plazo consiguen revertir la situación económica y logran recuperar el arsenal depositado.
¿Qué hay de la subasta?
El procedimiento de puja es siempre por pliegue cerrado: cada persona rellena un impreso con sus datos y los del arma a cuya compra opta, junto el precio máximo que está dispuesto a pagar por ella. Además, ha de aportar el recibo de ingreso del 25% del precio de salida del arma en la cuenta general de depósitos de la delegación de Economía y Hacienda.
Cada arma constituye un lote. Si dos personas pujan por el mismo, se le adjudicará a quien haya realizado la oferta más alta cuando se abran los sobres. En el caso de que las cantidades más altas sean iguales, se decidirá quién se la queda por el procedimiento de «puja a la llana», es decir, las personas que han apostado por la misma cantidad entran en una puja directa hasta que alguna de ellas no «vaya a más». Y siempre ha de haber al menos un euro de diferencia.