DURÍSIMAS CONDICIONES LABORALES
Pese a tener una formación militar, mantener la cordura y la calma en situaciones extremas se ha convertido en el mayor reto para los vigilantes de seguridad privada encargados de repeler los ataques de los piratas somalíes en aguas del Océano Índico
El trágico suceso ocurrido en el atunero ‘Txori Gorri’ ha abierto un debate sobre la presencia de seguridad privada en los pesqueros que navegan aguas transitadas por piratas somalíes. Unas condiciones de habitabilidad y salubridad deficientes, periodos de 70 días sin pisar suelo firme, jornadas laborales demasiado monótonas y una convivencia incómoda con la tripulación hacen que los profesionales estén expuestos a padecer episodios de ira o locura transitoria.
“Hay que tener la cabeza bien amueblada para discernir entre lo real y lo que te estás imaginando por la situación”, asegura un empleado de Segur Ibérica, empresa encargada de proteger al Txori Gorri.
Desde 2009 y gracias una concesión del Ministerio de Defensa, Segur Ibérica se encarga de la seguridad de la tripulación de varios buques que faenan en aguas peligrosas por la presencia de piratas somalíes. Aunque durante este tiempo han sufrido más de 400 ataques, los piratas se han convertido en una preocupación menor.
Escasa habitabilidad
El personal de seguridad de cada armero está formado por tres personas: dos empleados y un jefe de equipo. Dependiendo de la embarcación, las condiciones de habitabilidad varían sustancialmente. “En los más grandes cada miembro cuenta con su camarote. En otros, el jefe de equipo cuenta con uno para él y otro para sus dos subordinados, y por último en los maciceros los tres miembros del equipo duermen en un solo camarote”, explica el mismo empleado.
Las condiciones de salubridad y la escasez de alimentos en muchos momentos son otros de los factores que influyen en el comportamiento y la irascibilidad de los miembros de seguridad. “Es muy difícil hacer tus necesidades en un cuarto dónde sólo hay un agujero mientras encaras olas de hasta siete metros de altura”, relata.
Todas estas condiciones, que en algunos casos rozan lo infrahumano, junto a períodos en los que los empleados de seguridad no pisan tierra firme en más de 70 días, crean un caldo cultivo que convierte a los trabajadores en bombas de relojería a punto de estallar. Aunque todo ésto no debería de influir en unos profesionales que en la mayoría de los casos provienen de los considerados cuerpos de élite. De hecho, de la primera promoción de 2009 muchos de los elegidos eran meros vigilantes, algunos de ellos sin licencia de armas, y no duraron más de 15 días en la mar porque no aguantaban unas condiciones tan extremas.
Un cuerpo de élite
La celeridad con que se adjudicó la concesión fue la causa principal por la que no se aplicó ningún tipo de filtro para contratar a personal. Los requisitos para obtener una de las 23 plazas que salieron en la segunda promoción fueron tan exigentes que la mayoría de los 7.500 aspirantes no pasaron el primer corte. Cinco años en un cuerpo operativo del ejército, dos misiones internacionales cumplidas con la OTAN, tener idiomas y tener cursos sanitarios eran algunas de las condiciones que puso Segur Ibérica.
“Todos los que estábamos allí proveníamos de cuerpos de élite del Ejército. Somos infantes de marina de operaciones especiales, boinas verdes… A medida que ha ido pasando el tiempo las condiciones laborales se han vuelto un poco más precarias y se ha notado en la selección de personal. Hemos vuelto un poco a los inicios, porque ya no quiere navegar todo el mundo”, afirma un empleado de la empresa.
Para que todo salga a la perfección y la convivencia entre la tripulación y los empleados de seguridad no se convierta en un motivo más de irascibilidad es muy importante la figura del jefe de equipo. “El barco es una dictadura, ellos pagan y ponen sus normas. Por este motivo, el apoyo del jefe de equipo es muy importante porque es el nexo entre el equipo de seguridad y la tripulación en situaciones extremas como un ataque o ante la escasez de alimento en la embarcación”, relata el empleado de Segur Ibérica.
En el caso de Juan José V. C, la situación fue más difícil de controlar porque asesinó precisamente a su jefe de equipo, Juan Manuel Marchante. A pesar de eso, miembros de la tripulación aseguran que el tercer miembro del equipo de seguridad mantuvo la calma en todo momento e intentó convencer al autor de los hechos de que se entregara sin causarse ninguna lesión.