*La empresa pública ha desembolsado 275 millones de euros en equipamiento de seguridad desde 2001.
*Equipos de Rayos X o de localización de líquidos, detectores de explosivos y de metales inundan ahora los aeropuertos españoles, que también han multiplicado su capacidad desde entonces.
Cinco jóvenes, con barba y chilaba, agitan furiosamente sus manos ante la cámara mientras aseguran que “la destrucción es el castigo para quienes humillan y matan a musulmanes”. No es una amenaza, sino una confesión filmada. En la grabación, los cinco admiten ser los autores de un atentado con el que pretendían derribar, con explosivos líquidos, siete aviones en pleno vuelo entre Reino Unido, Estados Unidos y Canadá. El vídeo, grabado con antelación a los hechos, iba a ser difundido tras el ataque, pero afortunadamente este nunca llegó a producirse. La policía británica descubrió los planes y desarticuló a esta célula de Al Qaeda en agosto de 2006, lo que evitó la muerte de miles de pasajeros.
La frustración de otros atentados terroristas contra aviones comerciales y de carga ha mantenido en alerta a los gestores aeroportuarios de todo el mundo. Las infraestructuras aéreas están blindadas desde el 11-S gracias a un despliegue de medios que se incrementa año tras año y que ha disparado el coste de la seguridad de los aeropuertos hasta niveles récord. Desde 2001, Aena ha destinado 275 millones de euros en equipamiento de seguridad para su amplia red de instalaciones, según ha podido saber Seguridad y Tribunales de fuentes de la empresa pública. La cifra representa un 2.700% más que los 10,5 millones invertidos en la década anterior a la caída de las Torres Gemelas.
El abultado incremento del coste de la seguridad tiene una explicación razonable: la amenaza contra objetivos del sector de la aviación no ha remitido tras el 11-S. Desde entonces, se han producido más de 200 incidentes terroristas dirigidos contra la aviación civil en todo el mundo, aunque en su mayoría en países africanos y de Oriente Próximo y con un nivel de letalidad relativamente bajo, de acuerdo con la Base de Datos de Terrorismo Global (Global Terrorism Database, GTD) de la Universidad de Maryland (EEUU).
Pero ningún ataque o complot desde esa fecha ha tenido un efecto similar al del atentado frustrado (en agosto de 2006) con explosivos líquidos con el que Al Qaeda pretendía bloquear las rutas transatlánticas. A pesar de la abultada inversión realizada hasta ese año, las autoridades europeas admitieron que no contaban con la tecnología capaz de detectar esas sustancias detonadoras y acordó limitar a 100 mililitros la cantidad de líquido que cualquier pasajero puede embarcar junto con sus objetos personales. Una decisión que tuvo a su vez importantes consecuencias económicas para los aeropuertos, según admiten fuentes de Aena.
Detectores de explosivos
A causa de la entrada en vigor de la normativa de equipaje de mano, que obliga a la inspección de aerosoles, geles y líquidos, pero también de ordenadores portátiles y artículos electrónicos de gran tamaño, la empresa pública se vio obligada a adquirir un gran número de sistemas y filtros de seguridad: 88 equipos de rayos X, 104 arcos detectores de metales y 16 máquinas detectoras de explosivos para equipajes facturados, según detalla en su Memoria Anual de 2007. El enorme desembolso su sumó al realizado inmediatamente después del 11-S, cuando una instrucción europea obligó a todas las terminales a inspeccionar el 100% de los equipajes de bodega, algo que hasta entonces solo se hacía de manera aleatoria.
El presupuesto de la seguridad de los aeropuertos está sujeto a una normativa europea de obligado cumplimiento que ha sufrido continuas modificaciones para ajustarse a los riesgos cambiantes que afectan al sector de la aviación. El objetivo, cuenta un exempleado de Aena, es crear una seguridad preventiva capaz de ponérselo difícil a los terroristas e impedir su acceso a una aeronave con cualquier clase de explosivo.
En 2013 y como consecuencia de cambios normativos, Aena invirtió 38 millones en la compra de nuevos equipos de inspección de líquidos y del equipaje de bodega.
La industria de la seguridad aérea también trabaja contrarreloj para adelantarse a las nuevas amenazas. Aunque con cierto retraso, empresas del sector han creado escáneres líquidos capaces de rastrear componentes explosivos y atajar así cualquier ataque similar al de la red de Al Qaeda. No es la única innovación en la lista de adquisiciones de los aeropuertos españoles, que incluye detectores de trazas de explosivos y de metales de calzado, además de los convencionales arcos detectores de metales y escáneres con rayos X para el equipaje de mano. Los precios de estos equipamientos son altos, al igual que su mantenimiento y renovación. Solo en 2013 y como consecuencia de cambios normativos, Aena invirtió 38 millones en la compra de nuevos equipos de inspección de líquidos y del equipaje de bodega.
Obligados a extremar la vigilancia desde el 11-S, los aeropuertos europeos han acompañado el despliegue de sistemas y filtros con la ampliación de la plantilla de seguridad privada, que en la actualidad asciende a cerca de 4.000 vigilantes en el caso español. El gasto de Aena en esta partida se ha disparado más de un 71% desde 2001, pasando de 30 a 105 millones en 2013.
La cuantía de la inversión a lo largo de estos años se ha visto también afectada por la construcción de nuevas infraestructuras. Durante la última década, España ha aumentado el flujo de tráfico aéreo tras incorporar cuatro aeropuertos y dos helipuertos (Ceuta y Algeciras) a la red de Aena, que en la actualidad suma 46 aeródromos. Además, la ampliación de la mayoría de las instalaciones ya existentes ha provocado un gasto añadido en seguridad. Adolfo Suárez Madrid-Barajas, Barcelona-El Prat y Málaga-Costa del Sol, por los que en 2013 pasaron cerca de 100 millones de pasajeros, han duplicado las dimensiones de sus instalaciones desde 2001.