La semana pasada, coincidiendo con el inminente comienzo del curso escolar, la Asociación Española de Pediatría (AEP) hacía pública la recomendación de no enviar a los bebés a la guardería antes de los 2 años. Una recomendación que no es nueva y que a muchas madres trabajadoras nos gustaría poder cumplir, para así evitar el sentimiento de culpa que nos embarga al tener que dejar a nuestros bebés en la guardería tan pronto. Agradecería que la AEP dirigiese su acertada recomendación a quien tiene la potestad para cambiar las cosas, es decir, Gobierno, patronal y sindicatos, que son los que pueden implementar las medidas que permitan conciliar efectivamente vida familiar y laboral, compatibilizando así las necesidades materiales y afectivas de padres e hijos. También dichas medidas nos pondrían en línea con otros países del entorno europeo, sin olvidar su beneficioso efecto sobre nuestra depauperada tasa de natalidad. En nuestro país, una vez finalizada la licencia por maternidad, solo nos queda la opción de pedir una excedencia con una pérdida total de ingresos, mientras que en países como Noruega, Alemania o Reino Unido las madres, o padres, pueden disfrutar adicionalmente de un permiso parental remunerado de hasta un 90 o 60% del salario. En esta sociedad de consumo, en la que nos han obligado a vivir, renunciar al trabajo no es una opción y, menos aún, en un país en el que el trabajo ha dejado de ser un derecho para convertirse en un privilegio irrenunciable.