Desde el puesto de control en la estación vallecana se controla el sistema de cámaras de vigilancia. Sus operarios podrían decir lo mismo que el replicante de 'Blade Runner'
Para cualquier viajero que accede al pasillo de la estación de Alto del Arenal es una puerta más. Pero detrás se encuentra el verdadero 'cerebro' de Metro de Madrid: un búnker que controla en tiempo real lo que sucede en el suburbano, doblado por otro de menor tamaño ubicado en Puerta del Sur, que funciona como un 'espejo' para solventar la posibilidad de que el principal, por un casual, quedara fuera de servicio. El ambiente recuerda a los cuarteles de la Unidad Antiterrorista de '24'. Paredes de hormigón, refrigeración, medidas de seguridad y una enorme sala repleta de monitores y luces parpadeantes en las que cada destello tiene un significado.
Aquí, en el puesto de control de Alto del Arenal, no entra la luz del día. En torno a un centenar de personas se ocupan de chequear las incidencias de la red de Metro, que en 2015 tuvo una demanda de 569.733.987 viajeros. Pantallas y monitores muestran la situación de los convoyes a cada instante bajo la mirada escrutadora del coordinador de sala, figura clave del lugar. Pero son otras las miradas que velan de forma directa por la seguridad de quienes eligen este medio de transporte. “He visto cosas que vosotros no creeríais”, podría ser su lema. Porque el replicante de 'Blade Runner' bien hubiera podido formar parte, con su frase, de la élite de la seguridad de Metro de Madrid. Los ojos que (casi) todo lo ven.
Los encargados de monitorizar las cámaras de vigilancia podrían decir lo que el
replicante de 'Blade Runner': "He visto cosas que no creeríais"
Los encargados de monitorizar las cámaras de vigilancia podrían decir lo que el replicante de 'Blade Runner': "He visto cosas que no creeríais"
Repartidos en tres turnos -mañana, tarde y noche-, 17 personas con un perfil especializado en protección civil, riesgos laborales y facilidad de comunicación se encargan de chequear de manera constante la seguridad del suburbano; 34 ojos por turno que vigilan la pared en que se alinean varias filas de monitores. Si las pantallas hablaran, podrían contar historias de no creer. Pero son quienes se ocupan de su seguimiento los que relatan algunas de ellas.
“Aquí hemos visto de casi todo. Un anciano que se baja a la vía a orinar y se queda a un paso de que el convoy le pase por encima. Un viajero muy perjudicado -por exceso de alcohol, se entiende- que se cae después de ir dando tumbos por el andén. El 'figura' que entra con una bicicleta municipal robada, empieza a hacer piruetas y se va a las vías. La panda de chavales que se pone a jugar al fútbol con una pelota de andén a andén. La parejita que no controla sus instintos e intenta ir más allá...”.
A la memoria vienen las imágenes del suburbano de la ciudad condal, en el que una pareja se convirtió en fenómeno viral por su cópula sin complejos en pleno andén de la estación de Liceu. Las imágenes de ambos en pleno acto sexual corrieron como la pólvora en internet. Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) sigue buscando a los protagonistas.
“Se han dado casos pero no tan fuertes”, asegura Domingo Gómez, responsable del Área de Seguridad de Metro de Madrid, cuando se le pregunta por casos similares, haciendo hincapié en que la mayoría de las veces basta con avisar al vigilante jurado presente en la estación para que enfríe la pasión de los calenturientos.
Gran Hermano suburbano
La red de cámaras de Metro de Madrid, integrada por 8.500 aparatos, forma parte de la primera línea de defensa de los usuarios de la compañía. Las cámaras se controlan desde el puesto de control de Alto del Arenal, y no solo vigilan las estaciones y los puntos de paso sino otros lugares que van desde salidas de emergencia a depósitos pasando por accesos especiales. En algunos de estos emplazamientos, de tránsito interno, existen alarmas que se activan al percibir movimiento. “Si se dispara una alarma, se chequea en el momento para ver en qué consiste la incidencia. A veces saltan porque hay equipos de reparación o mantenimiento”, explican.
Las joyas de la corona de la videovigilancia son las llamadas 'domo', más conocidas como 'ojos de pez'. Se trata de una modalidad de cámara envolvente con vista panorámica y 'zoom' similar a las que usa Tráfico y que distinguen hasta el menor detalle.
Pese a los años que Metro de Madrid lleva empleando la grabación de imágenes, tan solo tiene constancia de que un viajero haya ejercido su derecho al borrado a través de la Agencia de Protección de Datos. En eso la compañía se tienta la ropa. “Las imágenes no se ceden a nadie salvo que cuenten con un oficio del Juzgado”, especifica Gómez. Porque no se trata de cualquier cosa. Varias grabaciones han contribuido a esclarecimientos de delitos, incluyendo algunos relacionados con violencia de género. La custodia de las imágenes se realiza durante seis días en las dependencias de la calle Cavanilles, donde se encuentran las oficinas centrales de la compañía. Metro de Madrid también graba las conversaciones de su red particular de radio.
'Chinaores', grafiteros y estaciones conflictivas
Y es que la coordinación de la seguridad en más de 300 estaciones -sin contar otros lugares- y 294 kilómetros de vía implica mantener una relación estrechísima con los organismos públicos encargados de dichas labores. La más ajustada, sin duda, es con el Cuerpo Nacional de Policía (CNP), cuya Brigada Móvil mantiene su cuartel general en el intercambiador de la Puerta del Sol y cuenta con un agente de enlace en el puesto de control que trabaja codo con codo con los empleados de la empresa. No es el único cuerpo, porque también se colabora con la Guardia Civil -en menor medida- y con la Policía Municipal de Madrid, encargada de las cuestiones que afectan a venta ambulante y a menores.
Aun así, el mayor peso recae sobre el casi centenar y medio de policías nacionales que colaboran en funciones de patrulla con los más de 1.400 vigilantes de seguridad que operan a diario en el metro. Uno de los operativos más importantes consiste en la lucha contra los 'chinaores', delincuentes que se aprovechan de los viajeros pasados de copas para desvalijarlos. Los 'chinaores', más activos las noches de fin de semana, son uno de los objetivos de los dispositivos mixtos. Como suelen ser conocidos y estar fichados, es habitual que un policía de la Brigada Móvil acompañe al conductor de un convoy en la cabina para identificarles al entrar en la estación.
Los 'chinaores', delincuentes especializados en desvalijar a viajeros en estado de
ebriedad, son uno de los objetivos de operativos conjuntos con la Policía
Precisamente los fines de semana son los más conflictivos. El alcohol hace estragos que van desde caídas a peleas. ¿Las estaciones más problemáticas? Fuentes del suburbano coinciden en señalar las correspondientes a áreas con una elevada población latina o que sirven como trasbordo a ellas o bien las radicadas en zonas de ocio: “Atocha, Nuevos Ministerios, Cuatro Caminos, Pacífico o Urgel son algunos de los 'clásicos' en conflictividad de fin de semana”.
Otros que traen por el camino de la amargura a Metro de Madrid son los grafiteros: “Se las saben todas, y eso que cada vez lo tienen más difícil con las cámaras térmicas y los infrarrojos. Pero incluso así en ocasiones sortean las medidas”. Las acciones grafiteras no son cualquier cosa. No es la primera vez que paralizan la circulación en un tren, sin contar el coste económico de las reparaciones.
El hombre y la Tierra (versión subterránea)
Pese a todo, que no cunda el pánico. El mayor número de incidencias, y que llama la atención de los empleados, tiene que ver con paradas cardíacas y accidentes cardiovasculares; el segundo, con caídas, sobre todo en escaleras. A efectos estadísticos, se dan más por la tarde que por la mañana. De ahí que ese tipo de percances sean una de las preocupaciones del área. “Un conocimiento médico, aunque sea limitado, sirve para orientar a los equipos de emergencias sobre lo que pueden encontrarse”, explica Gómez.
Pero en el suburbano no solo conviven humanos. Líneas como la 10 o el tramo de la línea 9, gestionado por TFM, que cuentan con parte de su recorrido al aire libre, favorecen la presencia de animales en las instalaciones. El catálogo de 'bichos' que se han colado en los túneles va desde los más comunes, como perros o gatos, a crías de zorro, aves y hasta un halcón. El protocolo es muy claro: se paraliza el tráfico (“hasta dos horas llegamos a tener parados los trenes por un perro”, señalan) hasta que una protectora específica se hace cargo de ellos.