Menos piratería en los mares del mundo pero con más violencia. Es, en suma, el resumen que se extrae del informe anual de la Cámara Internacional de Comercio Martín. El número de buques secuestrados o asaltados se ha ido reduciendo en los últimos años, en una tendencia que sigue el primer trimestre de 2016. Hasta finales de marzo se habían denunciado 37 acciones violentas, por 54 durante el mismo periodo del año pasado. La cifra real es, a la fuerza, mucho más elevada porque se calcula que sólo en el Golfo de Guinea “dos tercios” de los ataques no se denuncian, indica Fernando Ibáñez, doctor en seguridad y conflictos. La cruz es que los piratas usan métodos más expeditivos para el pillaje o la intimidación de la tripulación, que incluyen simulacros de ejecución, según la fundación Oceans Beyond Piracy (OBP).
La descenso se explica sobre todo porque la caída en picado del precio del petróleo ha hecho de la piratería un mal negocio. Pero también hay una parte que se explica por la pacificación conseguidaida en las aguas del Cuerno de África, a costa de inversiones millonarias en seguridad privada para los barcos y en carísimas operaciones militares internacionales, como el Atalanta, “contra la piratería somalí”, que la Unión Europea aprobó en diciembre de 2008. Sólo en los dos últimos años, el operativo tiene un presupuesto de 17,4 millones de euros. “Desde hace cuatro años, los piratas no consiguen grandes secuestros porque ahora ya todos los mercantes con vigilantes armados”, explica Ibáñez. Antes los numerosos ataques habían hecho que las navieras desviaran los barcos por el cabo de Buena Esperanza, la punta más austral de África, con el consiguiente aumento de costes y de tiempo. Asimismo, los gobiernos occidentales presionaron para que se produjera un cambio legislativo y se permitiera el enrolamiento de personal armado en los barcos comerciales.
Hasta ahora este año, en las aguas de la costa africana del Índico no ha habido ningún ataque, según la Cámara Internacional del sector, pese a que en su informe alerta de que “Somalia sigue siendo un estado fallido con un elevado riesgo”. La advertencia podría ser leída como presión para la UE, que en diciembre deberá decidir si continúa con el Atalanta y con qué fondos. En cualquier caso, es cierto que las raíces del problema no parece que tengan que solucionar y, sin gobierno ni leyes, los somalíes no tienen oportunidades de prosperar. Así, Iñigo Macías, economista y editor del blog AfricaEye, recuerda que pescadores somalíes le explicaban que “cada vez debían faenar más lejos de la costa”.
Actividades paralelas
La tesis se redondea con lo que añade Ibáñez cuando habla de los” negocios que la piratería ha creado, desde prostitución hasta restaurantes o la vigilancia de los buques secuestrados “. Más que en el pillaje del crudo, los somalíes han centrado básicamente en obtener buenos rescates de la tripulación, y el año pasado llegaron a obtener “400.000 dólares en un solo incidente”, explican desde la fundación OBP.
con la actividad pirata en caída en Somalia, la mayoría de ataques continúan produciéndose en el Sudeste Asiático: 199 incidentes denunciados, con pérdidas de 10 millones para las compañías , según OBP. Pero, hoy por hoy, el punto caliente que más preocupa es el del golfo de Guinea, frente a las costas de Nigeria, una potencia en hidrocarburos y también en corrupción. Los analistas lo señalan “como la zona más peligrosa” para los mercantes y, de hecho, es donde se produjeron todas las víctimas mortales, 23.
Las causas de la piratería son , como en el caso somalí, socioeconómicas. En Somalia, los pescadores ven como la pesca ilegal y invasiva internacional los expulsa de sus caladeros o como raíz del tsunami de 2004 sus costas y aguas llenan de residuos y vertidos tóxicos que los dejan con una actividad bajo mínimos, subraya Macías. Es posteriormente que se crean las redes profesionalizadas, relacionadas con los señores de la guerra. En el pico más alto de la actividad pirata, los rescates podían suponer entre 400 y 500 millones de dólares al año.
En Nigeria, la piratería surge hacia el 2008, cuando militantes del pacífico Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger pasaron a la acción, tips que el gobierno nigeriano no escuchara sus reclamaciones de una socialización de los beneficios del petróleo, señala Ibáñez. Para este experto, no hay duda de que las redes han encontrado complicidad y ayuda de las autoridades locales, ya que algunos ataques se han producido cuando los barcos estaban fondeados o en aguas nacionales. Macías apunta al detalle de las 24.000 nóminas que la administración nigeriana ha pagado durante años a trabajadores fantasma. Con un precio del petróleo por tierra, los piratas han comenzado a perpetrar secuestros cortos de las tripulaciones, que llevan a tierra a la espera del rescate.