“Tenemos que prepararnos para una larguísima resistencia y para un profundo proceso alternativo: el de la economía social y solidaria” Frente a la crisis del sindicalismo y la socialdemocracia, diagnostica para 'Público' el histórico líder de la Unión Sindical Obrera.
CRISTINA S. BARBARROJA
MADRID.- "La luz sigue viajando aunque la estrella ya no exista. Pero vives con la nostalgia de que eso vuelva". Esa estrella, "eso", es el movimiento sindical al que se refiere ─con una mezcla de cabreo y tristeza─ uno de sus referentes en la historia reciente de este país: el hasta no hace mucho líder de la Unión Sindical Obrera (USO).
Acaba de aterrizar procedente de Paraguay, donde ha sido observador de los comicios municipales. Pero ni cansancio ni jet-lag evitan que se encienda Manuel Zaguirre (Almería, 1947) cuando, durante la conversación sobre su pasado, cae en la cuenta: "¡Es que el sindicalismo lo ha sido todo en mi vida, coño!".
Acaba de aterrizar procedente de Paraguay, donde ha sido observador de los comicios municipales. Pero ni cansancio ni jet-lag evitan que se encienda Manuel Zaguirre (Almería, 1947) cuando, durante la conversación sobre su pasado, cae en la cuenta: "¡Es que el sindicalismo lo ha sido todo en mi vida, coño!".
Incluso ahora, jubilado, vecino discreto del barcelonés barrio del Raval, atesora en su pluma ─acaba de publicar A vueltas con la solidaridad y la esperanza─ el espíritu que atribuye a su padre, “un anarcosindicalista, republicano y cristiano que, sin pretender adoctrinarme, me marcó”. Y a una familia campesina escorada a la izquierda de la sierra almeriense de los Filabres.
Recuerda Manuel al abuelo, que durante la guerra consiguió escapar a Barcelona después de que “lo pasearan los fascistas”. Y al determinante títo Pepe, al que conoció con cinco años, cuando el resto de la familia decidió trasladarse "a la ciudad más roja del mundo".
"En Barcelona tuvimos la suerte de no vivir en un gueto, que era y sigue siendo el gran riesgo de la emigración". Integrado en el barrio de Artigas, estudió Manolo el bachillerato, aprendió el catalán y el oficio de su madre, Ángeles, una reconocida restauradora de películas. Con ella se puso a trabajar con 14 años, después de haber servido chatos, cañas y cortados en un bar familiar. A pesar de ella, con 16 años, Manuel entró en contacto con el Partit Socialista Unificat de Catalunya.
"En Barcelona tuvimos la suerte de no vivir en un gueto, que era y sigue siendo el gran riesgo de la emigración". Integrado en el barrio de Artigas, estudió Manolo el bachillerato, aprendió el catalán y el oficio de su madre, Ángeles, una reconocida restauradora de películas. Con ella se puso a trabajar con 14 años, después de haber servido chatos, cañas y cortados en un bar familiar. A pesar de ella, con 16 años, Manuel entró en contacto con el Partit Socialista Unificat de Catalunya.
El rebelde del Banco Ibérico
"En aquella época, enseguida tomabas conciencia de lo que estaba pasando: la dictadura, la opresión sobre Catalunya, la explotación laboral…. Y te arrimabas a lo más activo en la época que, en mi caso, fue el Partido Comunista; en Catalunya: el mítico PSUC". Se ríe Zaguirre cuando se acuerda de los "tremendos" discursos de Fidel Castro que escuchaba encerrado con sus compañeros en su habitación.
“A mi madre se le metió en la cabeza la idea de que yo trabajara en un banco"
Hasta que intervino el tío Pepe y todo cambió en la vida de Manuel. "A mi madre se le metió en la cabeza la idea de que yo trabajara en un banco. Me presentaba a las oposiciones que yo suspendía sistemáticamente porque odiaba ese horizonte. Hasta que ella agarró a mi tío y le dijo: lo metes en el banco sin examen". Con 18 años entró a trabajar en el Banco Ibérico de Cataluña; con 20, tras haber pasado por el Jurado de Empresa, abandonó el PSUC para militar en la también clandestina Unión Sindical Obrera.
De izquierda a derecha Jesús Mancho (UGT), Nicolás Sartorius (CCOO) y Manuel Zaguirre (USO) en 1977.
Su rebeldía enseguida lo convirtió en el responsable de la Federación de Banca y en el encargado del boletín de USO, que el impulsivo Zaguirre no tardaría en transformar en la publicación Catalunya Obrera –"¡de pequeño gané un concurso de relatos de Coca-Cola!", vuelve a reir. El primer número, con una cabecera de clichés editados en Perpiñán y trasladada clandestinamente a la imprenta de Montgat-Barcelona, llevaba la leyenda: "Por la organización de los trabajadores y los pueblos de la península hacia la democracia socialista".
A finales del 69, en una Asamblea celebrada en un piso de Hospitalet de Llobregat, Manuel fue elegido secretario general de la USO en Catalunya. "Me convertí en liberado. Cuando le dije al director del banco que me iba, a Don Jesús se le saltaban las lágrimas de alegría. Pero a mi madre el disgusto le duró toda la vida. Sabían que me iba a la clandestinidad y a viajar por todo el país".
A finales del 69, en una Asamblea celebrada en un piso de Hospitalet de Llobregat, Manuel fue elegido secretario general de la USO en Catalunya. "Me convertí en liberado. Cuando le dije al director del banco que me iba, a Don Jesús se le saltaban las lágrimas de alegría. Pero a mi madre el disgusto le duró toda la vida. Sabían que me iba a la clandestinidad y a viajar por todo el país".
"Cuando me hicieron liberado, mi madre lloró. Sabían que me iba a la clandestinidad y a viajar por todo el país”
Pero el rubiales de Manolo voló más alto y más lejos: a Italia o a Francia, donde disfrutó de la "ternura y solidaridad" sindical europea con la lucha española por la libertad y la democracia. Y hasta la DGS o la cárcel de Carabanchel, en las que, a su pesar y a pesar de los camaradas, coincidió con la créme de la créme del combate contra la dictadura.
"De vuelta de mis grandes viajes a Italia y a Francia, tuvimos una caída muy importante en la que perdí el pasaporte, que no recuperé hasta la amnistía del 76". En un domingo de misa de febrero del 72, el rojerío de la USO había quedado en un convento dominico de Alcobendas. "Caímos diez", cuenta Manuel, que, como todos los que la sufrieron, utiliza pocas palabras para referirse a la Dirección General de Seguridad. Recuerda perfectamente los nombres de torturadores como Billy el Niño, Celso o el Gitano; la consigna de "no abrir la boca" que ─dice─ había aprendido en el PSUC; y amenazas como"vas a estar meando sangre durante un mes".
"De vuelta de mis grandes viajes a Italia y a Francia, tuvimos una caída muy importante en la que perdí el pasaporte, que no recuperé hasta la amnistía del 76". En un domingo de misa de febrero del 72, el rojerío de la USO había quedado en un convento dominico de Alcobendas. "Caímos diez", cuenta Manuel, que, como todos los que la sufrieron, utiliza pocas palabras para referirse a la Dirección General de Seguridad. Recuerda perfectamente los nombres de torturadores como Billy el Niño, Celso o el Gitano; la consigna de "no abrir la boca" que ─dice─ había aprendido en el PSUC; y amenazas como"vas a estar meando sangre durante un mes".
Nostálgico del movimiento sindical
Aguantó Manolo como muchos otros que luego fueron protagonistas de la aportación sindicalista a la Transición. En el caso de USO, desde Coordinación Democrática "porque la Junta –un acuerdo raro entre Santiago Carrillo y un líder del Opus Dei- era demasiado exótica para nosotros".
Se entretiene Zaguirre cuando se le pregunta sobre lo parido aquellos años y las demandas de la izquierda de volver a empezar: "En la llamada Transición se hizo lo que se pudo. 40 años después todo ha envejecido. Y, sin tratar de matar los toros desde la barrera ─exclama metafórico─ ¡hay que renovar con urgencia! Hay que actualizar y revisar la Constitución. Como una necesidad en sí misma y como necesidad apremiada por el derrumbe de la crisis económica y por el problema territorial".
“En la llamada Transición se hizo lo que se pudo. 40 años después todo ha envejecido"
Tras las primeras elecciones democráticas, Zaguirre fue elegido secretario general de USO y comenzaron "los mejores 25 años de la vida de uno", afirma rotundo. Y eso "a pesar de sufrir el asedio injusto e ingrato del socialismo oficial; a pesar de decisiones como la que dio lugar a la primera sentencia de inconstitucionalidad del primer defensor del pueblo, Joaquín Ruiz Jiménez, contra las subvenciones exclusivas a CCOO y la UGT del primer gobierno de Felipe González".
A pesar de aquello, Manuel hoy se presenta como exsecretario general de USO –fue presidente del sindicato entre 2002 y 2010- y militante socialista. Con el carnet del PSC en el bolsillo, se siente legitimado para denunciar que la socialdemocracia, hoy día, "está abriendo las costuras de la crisis del capitalismo, en un momento histórico en el que ya no es un capitalismo productivo sino especulativo y financiero; un capitalismo en estado puro".
Confiesa que no ha leído a Owen Jones pero coincide con el británico en el diagnóstico: “Ahora hablamos de capital humano… ¡de capital! Comienza por apropiarte del lenguaje del adversario, o impónselo, y ya lo dominaste”, alecciona
En cuanto a lo que ha sido toda su vida ─"¡coño!"─ admite que "vive en la melancolía de que quizás vuelva aquella etapa del diálogo social, del pacto, del dos y dos son cuatro". Aunque sabe el jubilado que "no va a volver sola" y, desde su pequeño apartamento del barcelonés barrio del Raval aconseja: "Tenemos que prepararnos para una larguísima resistencia y, al tiempo, para un profundo proceso alternativo: el de la economía social y solidaria".
A pesar de aquello, Manuel hoy se presenta como exsecretario general de USO –fue presidente del sindicato entre 2002 y 2010- y militante socialista. Con el carnet del PSC en el bolsillo, se siente legitimado para denunciar que la socialdemocracia, hoy día, "está abriendo las costuras de la crisis del capitalismo, en un momento histórico en el que ya no es un capitalismo productivo sino especulativo y financiero; un capitalismo en estado puro".
Confiesa que no ha leído a Owen Jones pero coincide con el británico en el diagnóstico: “Ahora hablamos de capital humano… ¡de capital! Comienza por apropiarte del lenguaje del adversario, o impónselo, y ya lo dominaste”, alecciona
En cuanto a lo que ha sido toda su vida ─"¡coño!"─ admite que "vive en la melancolía de que quizás vuelva aquella etapa del diálogo social, del pacto, del dos y dos son cuatro". Aunque sabe el jubilado que "no va a volver sola" y, desde su pequeño apartamento del barcelonés barrio del Raval aconseja: "Tenemos que prepararnos para una larguísima resistencia y, al tiempo, para un profundo proceso alternativo: el de la economía social y solidaria".