Rajoy defiende la labor de sus escoltas al recordar que «me han protegido muy bien» durante todo el tiempo
Rajoy es un vip. Es como llaman los agentes encargados de la seguridad a las personalidades de más rango. «Después del rey es la segunda persona con mayor protección pública de España», explica un escolta consultado. Proteger a Rajoy no es un juego. Nada queda en manos del azar. El problema es que la cuadriculada partitura a la que han de ajustarse los escoltas se complica en campaña.
Lo hace porque, como explican fuentes consultadas, el presidente es el que manda y es él quien quiere acercarse a la gente. Y más ahora en la época en la que el selfie es moda. La improvisación que hay en campaña también juega en contra.
Eso es lo que admitió el jueves el propio presidente al defender la labor de sus escoltas. «Me han cuidado muy bien», explicó acallando de esa manera los rumores de un supuesto fallo de seguridad. Con todo, el incidente del miércoles por la tarde en Pontevedra ha provocado que tanto la Moncloa como el Ministerio del Interior hagan examen de conciencia y repasen los protocolos de protección del jefe del Ejecutivo.
Tras revisar el vídeo de los hechos con expertos en la materia, estos también concluyen que no ha habido fallos. «Todo estaba perfectamente blindado. Lo del miércoles habría que dejarlo en una anécdota, porque estas cosas pueden pasar. No hay más que recordar a Julio César», añaden. Y en esa línea se expresó Rajoy. «Resulta imposible evitarlo», dijo en referencia al suceso.
Más rotación en campaña
El equipo encargado de proteger al presidente del Gobierno está formado por unas sesenta personas que pertenecen a la Guardia Civil y a la Polícía Nacional y que van rotando por turnos. Depende de la salida puede ir a compañado de cuatro, seis, siete, ocho o diez escoltas dependiendo del acto, comentan fuentes consultadas. «Durante la campaña suele haber más rotación», apuntan.
El que manda todo el operativo es el jefe de cápsula, el escolta que está más cerca del vip. El resto de agentes van distribuyéndose en círculos a su alrededor. Además, hay otro grupo de agentes de avanzadilla que comprueban todos los lugares por los que va a pasar durante el viaje. Estos suelen llegar ya un día antes.
Donde hay varias personalidades juntas, es el equipo de la persona de más rango el que toma el mando de todo el operativo. Eso es lo que ocurrió el miércoles en Pontevedra.
«O te acercas al presidente o te vas, pero no te quedes en medio»
Cuatro escoltas del presidente del Gobierno a menos de dos metros de sus pasos y otros tres vigilando a distancia realizaron la coreografía de vigilancia alrededor de Mariano Rajoy durante las dos horas y media que dedicó a sus paseos del miércoles por Vigo y Pontevedra. A sus esfuerzos por controlar los centenares de personas que se acercaron al presidente en los 1.843 pasos que dio en ambos recorridos, se sumaron los dos escoltas de la ministra Ana Pastor, uno junto a la candidata y otra en el llamado tercer círculo, desde el que acuden a sus protegidos en caso de incidente y vigilan a los que se acercan al foco de atracción. En ese mismo círculo también estaban situados los dos policías autonómicos que de paisano escoltan al presidente de la Xunta. Once efectivos en total, sin contar con los miembros de la brigada de información de la guardia civil y agentes de la policía nacional que desde distintos puntos seguían toda la escena por las calles más concurridas de ambas ciudades.
Los primeros esfuerzos de los escoltas se centraron en intentar evitar la aproximación de la prensa al presidente, pero ese cordón lo rompió el propio Rajoy en su primer minuto en Vigo al aceptar preguntas. Al abrir ese espacio, el aspirante a la reelección dejó claro a sus escoltas que quería el máximo acercamiento posible. Aceptó absolutamente todos los selfie que le fueron solicitados, extremando sus escoltas el control ante los más jóvenes. «O te acercas al presidente o te vas, no te quedes en medio», era la frase que más repetían los miembros de seguridad del primer círculo ante los que con teléfono en mano no se atrevían a superar la invisible barrera de control. Tener esa franja libre para verse entre los miembros del primer círculo de seguridad impulsaba esa exigencia, tan nítida como contar con espacio para desplegar el portafolio antibalas, que no sirvió de nada para parar el fatídico puñetazo, que acabó por eliminar libranzas y reforzar equipos de escoltas del propio presidente y de altos cargos del Gobierno.