La Junta refuerza la vigilancia en un centro del SAE de Málaga tras sufrir el vigilante la segunda agresión en dos meses
«Hay broncas habitualmente. Pocos funcionarios y mucha gente. Demasiada. En la mayoría de los casos las situaciones violentas terminan nada más que con un usuario cabreado que se va a la calle dando gritos porque no le han atendido como le hubiera gustado o porque la cita previa no le ha funcionado. Pero esto se está poniendo cada vez más feo». Quien relata el día a día de una oficina del paro en Andalucía sabe de lo que habla. Es el vigilante de seguridad de una sede del SAE de la capital malagueña. La de Gamarra, la que soporta mayor presión por lo populoso de las barriadas a las que presta servicio y el gran nivel de desempleo existente en ellas. El lunes fue objeto de la segunda agresión en sólo dos meses. Desde el martes, tiene al menos un compañero de refuerzo.
Afortunadamente para él, ninguna de las dos agresiones han sido graves. Pero el susto se lo ha llevado. En septiembre, una usuaria que quiso colarse le dio un manotazo que le tiró las gafas al suelo. Aprovechando el desconcierto, la mujer le dio un arañazo antes de ser reducida. La agresión terminó en juicio y la agresora fue condenada a un alejamiento de la oficina y una multa de cinco euros diarios durante un mes.
El lunes la cosa fue a mayores. Recibió una patada en los testículos de un parado de larga duración que protagonizó un grave altercado en la oficina porque al parecer se había equivocado en el tipo de cita previa que había pedido por internet.
Los hechos ocurrieron por la mañana. El usuario, que trataba de solicitar una ayuda, se enfrentó con los funcionarios que le comunicaron su error, dando golpes y patadas al mobiliario y amenazando de muerte a alguno de ellos. Sus padres, que lo acompañaban, le conminaron a salir de la oficina, lo que hizo acompañado del vigilante. Una vez en la calle y precisamente en el momento en que sus progenitores parecía que lo tranquilizaban, propinó una fuerte patada en la entrepierna al trabajador de seguridad y salió corriendo. El puntapié desplazó al vigilante varios metros hacia atrás, por lo que se dio un fuerte golpe en la espalda al caer sobre la puerta de la oficina.
Tuvo que ser trasladado al hospital. Allí fue atendido y después comenzó un largo peregrinaje por comisarías para presentar la denuncia correspondiente. Se encontró con la sorpresa de que su agresor ya estaba fichado por la Policía. Afortunadamente, el martes ya volvió al trabajo. Y está acompañado. La Junta se ha visto obligada a reforzar la seguridad con otro compañero para evitar nuevos casos.