Los vigilantes del museo denuncian falta de control y de seguridad sobre las obras de arte y las salas.
Los martes el Museo Reina Sofía cierra al público y abre a las visitas pagadas por empresas. Es una de las escuetas fuentes de ingresos propios de la institución, que en 2015 supusieron el 23,7% del total del presupuesto del museo (9,5 millones de euros), y una de las actividades que ponen en riesgo el patrimonio artístico debido a la falta de vigilancia con la que se cubren estos grupos, que pasean durante una hora entre las cinco pinturas más icónicas.
Tal y como ha podido saber este periódico, el pasado martes uno de marzo, el restaurante Arzábal, situado en los bajos del museo, organizó una visita de dos grupos, con 25 personas cada una. Aquellos 50 paseantes VIP eran periodistas y blogueros gastronómicos, invitados por el restaurante para conocer su carta y darles una vuelta de lujo a solas por el museo. “No era para difundir la colección, sino para promocionar Arzábal”, cuenta a EL ESPAÑOL una de las personas que formaron parte de la campaña de promoción de la taberna. “No había vigilantes de sala. Íbamos con una guía que explicó muy bien las cinco obras más famosas. Sólo había un vigilante cerrando el grupo. Es más, me adelanté al grupo para ir a ver por mi cuenta el Guernica”, asegura.