Matones con antecedentes, exmilitares de Europa del Este y grupos organizados custodian locales de copas ante el vacío legal. La Consejería reconoce que en la Región no hay un solo controlador de accesos acreditado. Un 90% de las discotecas, pubs y prostíbulos tienen personal no cualificado en la puerta. El sector se ahorra 1.000 euros al mes de media al no recurrir a empresas de seguridad
Cuando querían ponerse 'bufados' como un toro Miura, los chavales que acudían a su gimnasio solo tenían que pedirle anabolizantes al propietario. Este vecino de Los Alcázares fue detenido en 2007 por la Guardia Civil por hacer negocio supuestamente con este tipo de sustancias prohibidas, pero sus antecedentes policiales no impidieron que, años después, se buscase la vida como portero en locales de copas de Los Alcázares y Los Narejos. Es solo un ejemplo práctico del limbo legal en el que se encuentran las puertas de los 800 pubs y discotecas de la Región, en las que a día de hoy puede trabajar cualquier persona sin acreditación profesional ni formación alguna, incluso con antecedentes, pese a que lo prohibe la Ley de Acceso en Espectáculos Públicos, Actividades Recreativas y Establecimientos Públicos.
No es de extrañar que algunos porteros de locales de La Manga o Cartagena presuman en su currículo hasta de haber servido en milicias de Europa del Este. «Cada verano hay denuncias de clientes que sufren agresiones, porque no les dejan pasar o por no facilitarles la hoja de reclamaciones», detalla un policía local de San Javier con muchos kilómetros de patrullaje nocturno.
«Cuando hay una tangana se marchan del local para no ser identificados». La Benemérita, el pasado verano, registró cuatro denuncias contra porteros de La Manga por presuntos delitos de lesiones. Tres de los denunciantes sufrieron policontusiones y a otro le rompieron la nariz. También hubo dos denuncias similares en los puestos de Cieza y Mula.
La Consejería de Presidencia reconoce que no puede sancionar a los locales que emplean a personal no cualificado o con historial delictivo porque nunca llegó a ejecutar la orden del 19 de mayo de 2011 que contemplaba la citada ley. Dicha orden establecía las bases de las pruebas para obtener el carné de controlador de acceso, pero en cinco largos años no se ha celebrado examen alguno: «No se convocaron las pruebas. Por tanto, ese carné profesional no ha llegado a expedirse y, por tanto, no se puede sancionar a quien no lo porte», admite un portavoz de ese departamento.
El puñetazo que el portero búlgaro Hristo propinó a Andrés Martínez no solo mandó a la UCI a este joven de Alcantarilla, de 28 años. También sacó a la luz la relajación legislativa del Gobierno regional en esta materia. De 2011 a 2016 ninguno de los inquilinos de la Consejería -María Pedro Reverte, Manuel Campos, José Gabriel Ruiz y María Dolores Pagán- han sido capaces de desarrollar la norma ni de convocar pruebas. No obstante, la Consejería defiende que en estos años han recibido denuncias relacionadas con la Ley de Acceso a Espectáculos Públicos y se han saldado con 29 expedientes sancionadores. De todos ellos, siete lo fueron por «el ejercicio abusivo» de las funciones de los porteros o controladores.
Los excesos se cometieron en establecimientos de Murcia (4), Cartagena (1), San Javier (1) y Mazarrón (1) y las multas oscilaron de 800 a 1.000 euros. También hubo cuatro sanciones por el ejercicio arbitrario del derecho de admisión, es decir, por cortarle la juerga al cliente con excusas peregrinas como llevar deportivos. Salas de fiesta de Murcia (2), San Javier (1) y Lorca (1) tuvieron que rascarse el bolsillo y abonar 800 euros.
«Actúan como perros de caza»
Más allá de estos expedientes, el limbo legal que ahora mismo se vive en la puerta de los locales de copas está favoreciendo la economía sumergida. Entre enero y diciembre, la Inspección de Trabajo ha desarrollado 1.505 inspecciones de control de empleo en establecimientos hosteleros y ha detectado irregularidades en 465 de ellos: trabajadores extranjeros sin permiso de trabajo, perceptores de prestaciones de la Seguridad Social incompatibles con un empleo... No dar de alta en la Seguridad Social a la persona que controla los accesos puede suponer una 'dolorosa' de hasta 10.000 euros.
La presidenta de la Asociación de Empresas de Seguridad de la Región (Aresmur), Encarna Ortiz, denuncia que este vacío normativo favorece la actividad de grupos organizados que ofrecen personal de seguridad para discotecas, pubs y prostíbulos. «Hay un submundo en los controladores de accesos. Se trata de gente de gimnasio, que entrena para actuar como perros de caza».
En el territorio regional operan sesenta empresas de instalación de sistemas de seguridad y vigilancia privada. El coste medio de dos vigilantes de seguridad en la puerta de un establecimiento, ocho horas diarias de jueves a domingo, asciende a 3.500 euros mensuales para un empresario de la noche. Al contrario, 'contratar' dos matones con estas organizaciones ilícitas, según Aresmur, implica un coste medio de 2.000 euros. «Son grupos de africanos y de Europa del Este, que le hacen un papel al hostelero pero no velan por la seguridad del ciudadano».
La patronal sostiene que actúan en zonas de ocio del extrarradio de los municipios y en polígonos industriales con escasa presencia policial. La mitad de la jornada no están dados de alta en la Seguridad Social y cobran parte del salario en 'b'.
Ortiz recuerda a los empresarios que el encarecimiento que le supone contratar los servicios de seguridad de una empresa legal es directamente proporcional al ahorro en 'marrones' judiciales, ya que un vigilante, en caso de lío, tiene más atribuciones que un controlador de accesos. «Pueden inmovilizar al cliente y solicitar que se identifique con el DNI hasta la llegada de las fuerzas del orden y cada vez que un vigilante actúa tiene que hacer un parte para la Policía Nacional». No visten ropa de calle, llevan uniforme, tarjeta de identificación profesional (TIP) y van equipados con grilletes y defensa.
Poli de día, segurata de noche
«Un portero solo puede pedir las entradas a la clientela, regular la cola y no permitir el acceso si está lleno el aforo, si el cliente se encuentra bajo los efectos de las drogas o muy bebido, si tiene un historial conflictivo en el local o lleva en la ropa logotipos racistas, xenófobos...». Bajo ningún concepto un portero o un controlador puede ponerle la mano encima al cliente, porque puede haber consecuencias legales graves para el trabajador y el empresario.
Sin embargo, el 90% de las discotecas, pubs, cafeterías, salas de fiesta y prostíbulos de la Región optan por poner en la puerta a personal sin cualificación profesional.
Solo un 10% apuesta por vigilantes con 180 horas de formación reglada por el Ministerio del Interior, que han pasado una evaluación psicológica, pruebas teóricas y físicas y que además están respaldados por los medios que aporta la empresa. «Al margen del personal instalamos un circuito de videocámaras en el local y diseñamos un plan de seguridad y de evacuación analizando ubicación, aforo, historial de incidentes...».
La Asociación Profesional de Porteros de Discoteca de la Región también se muestra critica con el Gobierno regional por no haber aplicado en estos años la legislación. «Puede haber mucha gente en la puerta de locales con antecedentes penales», alerta Fernando Lobo, presidente de este colectivo. «El sector está descontrolado y la Comunidad Autónoma está dejando que haya intrusismo al aprobar una ley y no cumplirla». El gremio de los porteros también sufre la competencia de otros profesionales, como policías y militares que buscan en la noche un sueldo extra.
En Los Narejos, hace un año, estaba empleado en una disco playera un policía nacional, y en el mítico ZM de La Manga había un exmilitar, ahora guardia civil en activo. Este cuenta desde el anonimato que durante una temporada completó así su sueldo, jugándosela en la arena: «Una vez me tuve que pelear con un cliente para quitarle una navaja; nos revolcamos por toda la playa».
Un arsenal en el bolsillo
Decidió dejar la noche cuando en una discoteca de La Aljorra le lanzaron una bola de billar a la cabeza. «Si me da no lo cuento», afirma este agente.
La Asociación de Porteros se constituyó cuando se aprobó la Ley de Acceso a Espectáculos Públicos. «La idea era impartir cursos de controlador de accesos. Estamos homologados para hacerlo y llevamos cinco años insistiendo a los políticos para que convoquen la prueba».
Esta organización solventa el vacío legal existente asesorando a locales de ocio en seguridad y ofreciéndoles los servicios de porteros sin antecedentes y con mucha 'mili' nocturna. Además, ofrecen representación legal y atención psicológica a los porteros. «Lidiar con la noche no es fácil», advierte Lobo, un trotamundos de las salas de fiesta, que ha visto volar vasos sobre su cabeza y le ha intervenido a los clientes todo un arsenal: punzones, destornilladores, puños americanos, pistolas, hachas... «Empecé a trabajar en la discoteca Bugatti de Murcia, con 30 años, y me retiré con 48, y no tengo un día cotizado». Por eso Lobo reclama que se cumpla la ley para profesionalizar al gremio y garantizar una formación. Para evitar el contacto físico con los clientes hacen falta más medios, dice, como instalar detectores de metales en la puerta de los locales.
También se muestra a favor de «alternar vigilantes de seguridad privada y porteros en todas las salas». Uno de los pocos ejemplos en la Región de esta convivencia entre gremios es el centro comercial Zig-Zag, en el que cada noche tres vigilantes controlan el perímetro interior, mientras en locales como Bora Bora cuentan con portero propio.
«Los vigilantes pueden llamar la atención a los dueños de pubs si hay colas excesivas en las zonas comunes o problemas de ruido, y también pueden invitar a abandonar el centro a clientes a los que sorprendan fumando estupefacientes o bebiendo alcohol fuera de los locales», enumera Francisco Morales, gerente del Zig-Zag. «Nuestro objetivo es que toda actividad respete la normativa y el descanso de los vecinos».
Un equipo de 'La Verdad' acompañó al personal de seguridad del centro el jueves pasado, en el que se celebró la 'Nochevieja Universitaria' por la capital.
«Llevo más kilómetros que un coche», bromea Juan, con 16 años de rondas nocturnas a la espalda. Lo primero que hace al llegar, a las 22 horas, es iniciar la vigilancia dinámica junto a su compañero Diego, revisando el estado de las zonas comunes y aseos y entrevistándose con los hosteleros «para ponernos al día».
Pasan veinte minutos de medianoche y las risas de los universitarios que salen de cenar se mezclan con el 'Valió la pena' de Marc Anthony.
El turno de estos vigilantes no acabará hasta las seis de la madrugada. «El secreto para aguantar es un café después de la cena», afirma Diego.
El equipo de vigilancia lo completa un tercer compañero, situado en una sala en la que controla las 50 videocámaras distribuidas por el centro y el parking. Si la tecnología falla, Juan sabe a qué recurrir: «Tengo un sexto sentido para detectar problemas». Durante la ronda se paran a charlar con Fran, portero de Bora Bora, curtido en frentes como la 'ruta del bacalao' de la Vega Baja y la curva de Lo Pagán. «Este trabajo es vocacional». Así debe ser porque unos minutos de charla con Fran contienen más enfrentamientos que la película '300': «Trabajé en discotecas donde la gente quedaba para pelearse, los clientes iban con navajas de siete muelles, sufrí una lesión en el codo al caerme en un parking en una pelea...».
Cada noche, su hijo, de 12 años, siempre le dice lo mismo antes de dejarle ir al tajo: «Papá ten cuidado con la gente mala». Fran tiene claro que «en cuanto un cliente tiene una copa en la mano, ya tiene un arma». El frío aprieta en la puerta, pero lo que más le fastidia es la campaña que se está moviendo en las redes sociales, con el eslogan 'No a los gorilas de discoteca'. «La seguridad en los locales es necesaria y no podemos meter a todos los porteros en el mismo saco».
Lo mismo opina Fernando Lobo, presidente del gremio. «Lo que hizo ese búlgaro es una canallada, pero no nos pueden tratar a todos como perros». No le falta razón, puesto que el sospechoso de golpear a Andrés Martínez estaba contratado por el Grupo Temporáneo como portero de acceso, pero tenía la acreditación del Ministerio de vigilante de seguridad y escolta. Esto supone que, al menos a priori, reunía las aptitudes psicológicas necesarias para ejercer esa labor, aunque luego lanzara un croché digno de un demente.
Explosiones de rabia
Los ánimos siguen caldeados en la noche murciana pese al ingreso en prisión de Hristo I. por los presuntos delitos de homicidio en grado de tentativa y/o lesiones graves, y la imputación de los dos porteros que le acompañaban: el argelino Djamal A., y el español Julio F, por no prestarle auxilio a Andrés. La prueba de esta indignación se escucha en la puerta del 609, cuando un peatón pasa frente al pub y grita: «¡Asesinos!». El establecimiento termina por echar la persiana a las 2.24 horas por falta de clientela en plena 'Nochevieja Universitaria'. La contratación de vigilantes de seguridad no ha frenado el boicot promovido en las redes sociales contra el último local que visitó Andrés antes de ser víctima de la brutal agresión.
«Mi turno acababa a las cuatro, pero no hay gente». Este profesional confiesa que en su estreno en el 609 se ha instalado «acojonado» en la puerta, «porque no sabía qué iba a pasar». Este diario comprueba cómo al otro lado de la Gran Vía, en otro establecimiento del Grupo Temporáneo, no hay boicot. Luminata Bar está lleno. Una patrulla de la Policía Local aparece por la zona y sanciona a otro local porque los clientes han salido a la calle con los cubatas. «¡Podrías haber avisado antes!», le espeta alterado el portero a un agente mientras arruga la multa en su cara.
Tres de la madrugada y un minuto. El alcohol empieza a hacer su trabajo. Un erasmus se abalanza sobre un bellezón rubio. La chica no para de empujarle. Hay tanta gente en la calle que la Policía Local no se percata del problema hasta que un portero les alerta. La chica respira aliviada.
La juerga en Atalayas también se empieza a desmadrar. Por la carretera un grupo de universitarios empuja un carro de la compra con un estudiante ebrio dentro. Al fondo, en una discoteca, Javier custodia la puerta sentado en su butaca y, a preguntas de este diario, confiesa que no tiene formación de portero. «Antes era gerente de una discoteca. Llevo un año en el control de acceso. En la vida hay que saber estar arriba y abajo».
- ¿Qué normas sigue en la puerta?
- «Me fijo en la vestimenta. Si lo veo tambaleándose no lo dejo entrar porque seguro que la va a liar. Y si es un 'güevón' tampoco pasa».
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