4 de febrero de 2014

El vigilante de seguridad que mató a un camarero en Ibiza afirma que le vio vendiendo droga.

El acusado, un experto en artes marciales portugués, reconoce la agresión, pero asegura que no tuvo la intención de matar.
La fiscalía reclama 15 años por este homicidio en Eivissa, mientras que la defensa cree que se trató de una imprudencia
El acusado, pese a su evidente corpulencia, negó que fuera un experto en artes marciales, como sostiene la fiscalía. Homicidio o imprudencia con resultado de muerte. El jurado popular deberá decidir si Paulo César Martín Baptista, un experto en artes marciales portugués, que está acusado de matar a un compañero de trabajo, cometió uno de estos dos delitos. La fiscalía se decanta por imputarle un homicidio, al igual que la acusación particular, y le reclama una pena de quince años de prisión. La defensa acepta la agresión, pero niega la intención de matar. El jurado dispone de una grabación, donde se muestra la agresión, para alcanzar un veredicto.

Estos hechos ocurrieron en Eivissa el día 19 de agosto de 2011. El acusado trabajaba como jefe de seguridad en la discoteca de un hotel de Eivissa. Había conseguido el trabajo utilizando una identidad falsa. Tras ser condenado por extorsión en Portugal, había huido de su país y se escondió en la isla. Según la acusación, el vigilante de seguridad mantuvo una primera discusión con Abel Ureña, la víctima, que trabajaba de camarero en el hotel. Le propinó un primer puñetazo cuando la víctima estaba recogiendo las mesas de la zona VIP. Minutos después volvió a golpearle por segunda vez. La agresión se produjo en la zona de descanso del personal. El vigilante entró en la habitación y al tiempo que gritaba "lo mato, lo mato", lanzó un golpe directo a la cabeza del camarero.

La víctima perdió de inmediato el conocimiento y no lo volvió a recuperar. Fue ingresado en un hospital de Eivissa. Cuando llevaba 20 días en coma sufrió una hemorragia masiva en el cerebro y murió. El acusado tuvo tiempo más que suficiente para huir. De hecho, el mismo día de la agresión, consciente de la gravedad del golpe, compró un billete para viajar a Barcelona. De allí huyó a Holanda, donde fue detenido meses más tarde.

El acusado, que negó que fuera un experto en artes marciales como sostiene la acusación, explicó al jurado el motivo que le llevó a pelearse con el camarero. Detalló en su declaración que sorprendió a Abel Ureña cuando estaba entregando unos sobres a unas clientas y ellas le daban algo a cambio. Interpretó que se trataba de una venta de drogas. Afirmó que le pidió explicaciones al camarero y le exigió que le mostrara lo que escondía en la mano. No quiso hacerlo y tuvo que forzarle. Tenía un billete de 100 euros. "Me dijo que era una propina de una clienta". El acusado obligó a Abel a que le acompañara. Buscó a un encargado de la sala, para explicarle lo que había visto y proponerle que le despidieran por dedicarse a vender droga.

Sin embargo, según su versión, fue una sorpresa que su propia novia le pidiera que se replanteara la decisión. "Me confesó que había sido ella quien le había propuesto a Abel que vendiera esa droga". Aún así, le contó al jefe de la sala lo que había visto. El acusado interpretó que existía una cierta connivencia entre Abel y el otro empleado, porque se reían de la situación y el responsable no mostró ningún interés en despedirle. El acusado confesó que se sintió humillado y le propinó un manotazo en la cara a Abel, que cayó al suelo. Instantes después volvió a golpearle. Esta vez le propinó un fuerte puñetazo. La agresión al camarero fue recogida en el vídeo de seguridad.