El vigilante no subrogado por la empresa de seguridad, de 33 años, será padre en días "Esto es un palo", dice Javier Pérez
Javier Pérez tiene 33 años. Es natural de San Fernando (Cádiz) y sus colegas vigilantes de seguridad lo llaman de forma cariñosa "quillo". Es uno de los más jóvenes de los trece guardias de seguridad que hace meses se vieron inmersos en un conflicto laboral al entrar en concurso de acreedores la empresa para la que trabajaban, Seguridad Empresarial Navarra. Cuando Pérez vislumbraba luz al final del túnel, la nueva adjudicataria del servicio de seguridad en el área sanitaria avilesina, Prosetecnisa, decidió amortizar su plaza. La razón es supuestamente económica. La firma aceptó el servicio a 16,27 euros la hora por vigilante y por un periodo máximo de 58 días hasta que el Gobierno regional adjudique definitivamente el contrato.
Pérez, casado con una asturiana que le trajo a la "tierrina", está a punto de ser papá de un niño que se llamará Mateo. "En solo unos días mi mujer sale de cuentas", precisa este hombre, que considera "un palo" la notificación de despido que prevé llevar al Juzgado al considerarla injusta. Le avala el sindicato, al igual que a otro vigilante que verá recortada su jornada en un setenta por ciento. Llevaba trabajando en el área sanitaria avilesina desde 2013. Era el que presentaba menos antigüedad de los trece vigilantes que secundaron la huelga. Ejercía en los centros de salud y en la unidad de dispensación de metadona aunque también hacía horas en el Hospital. Antes de llegar a este punto, Pérez ya vivió una situación similar. Entonces, trabajaba en la Casa del Mar de Gijón como vigilante. "La empresa que entró no nos subrogó. Denuncié y gané", explica. Ésa es ahora su esperanza para darle a Mateo el futuro que se merece.