17 de septiembre de 2013

En deuda con los escoltas

Hace solo dos años años Euskadi era una zona de alto riesgo sencillamente por pensar diferente. Hace un año aún vivía con escoltas. Durante tres años cada movimiento que hacía fuera de mi casa era acompañado. Tenía siempre dos personas que me cuidaban y garantizaban que hoy pueda seguir opinando. Solo puedo darles las gracias. Su trabajo era protegerme, se les pagaba por ello, lógicamente, y arriesgaban su vida. Hoy le hemos abandonado. Tenemos una deuda con ellos.
Me repatea oir al secretario de relaciones institucionales del PNV, Koldo Mediavilla, referirse a los escoltas como chóferes. Por un lado, hace ver que no eran necesarios y, por otro, degrada su labor. Estoy seguro de que el señor Mediavilla no ha tenido nunca escoltas o ha vivido en esa asquerosa ambigüedad escondida bajo el término conflicto, que, aunque no justificaba, daba una lectura política al terrorismo de ETA.
Mis escoltas llegaban a mi casa al menos media hora antes de mis salidas y revisaban los contenedores y la zona. Me dejaban en casa y se quedaban un rato por los alrededores. Les pagaban por cuidarme y lo hacían muy bien. Me llevaban en el coche y yo hubiera preferido que no estuvieran, pero no eran mis chóferes. Sus jornadas eran largas, más que la mías. Estoy seguro que ha habido escoltas poco profesionales, pero no más que políticos, carniceros, periodistas, empresarios, funcionarios, médicos,…
Nos olvidamos de los que trabajaron a riesgo de sus vidas por mantenernos vivos, nos atrevemos a llamarles chóferes y ocultar de nuevo el pasado

Hace pocos años llegó a haber más de 4.000 escoltas en Euskadi. El fin de ETA en octubre de 2011 les convirtió en daños colaterales El fin de ETA fue un alivio general pero supuso su camino hacia el paro y el final de la época dorada de esta profesión. Hoy, dos años después, mientras Batasuna quiere ser un mirlo blanco y tratamos de olvidar los malos momentos pasados, nadie se acuerda de los escoltas y las falsas promesas de empleo del Gobierno central  o los planes de reciclaje. Nada de nada. Se acabaron las palabras bonitas, las deudas morales incumplidas y los que cuidaran de nuestras vidas malviven sin empleo. Es cierto que les pasa a miles de españoles, pero no es menos cierto que este colectivo nos ha mantenido a salvo y desde los poderes públicos no se ha hecho nada.
Nos esforzamos en hacer un innecesario plan de paz en Euskadi, en lavar la cara de todos aquellos que mermaron con el asesinato, la amenaza, la extorsión o el insulto la libertad y nos olvidamos de los que trabajaron a riesgo de sus vidas por mantenernos vivos. Nos atrevemos a llamarles chóferes y ocultar de nuevo el pasado. Estamos en deuda con los escoltas. Yo estoy en deuda.