La tienda de Gran Vía es el segundo el de segundo establecimiento mundial por facturación de la cadena irlandesa, pero también el que más robos registra en el distrito centro.
Primark cumple diez años en España ostentando un récord pasmoso: ya es la primera cadena del país por número de compradores (9,53 millones), seguida de Zara (8,86 millones) y H&M (6,78 millones), y cuota de volumen (8,5% de todas las prendas de vestir vendidas). Y su punto de venta en la Gran Vía madrileña, inaugurado el pasado octubre, se ha ganado otros dos títulos: por un lado, el de segundo establecimiento mundial por facturación de la cadena irlandesa; y, por otro, el que más hurtos registra en el distrito de Centro de la capital española.
Este último dato fue revelado a ABC por fuentes policiales. Piénselo un momento. Los productos no incorporan alarma, solo hay un guardia de seguridad en cada una de las cinco plantas (sin tomar en consideración aquellos que vigilan las cámaras) y la salida es tan diáfana que, entre los maniquíes, el gentío y los tres tramos de escaleras mecánicas, uno no sabe si sale o si entra. Y en ese instante de confusión transitoria, nada pita.
Difícil, precisamente, no resulta mangar en Primark. Dicen que las alarmas son más caras que las prendas, que por eso no merece la pena colocarlas y que así se facilitan las cosas al eventual choricillo. ¿Tretas? Las hay todas. Pero mejor no dar ideas. Eso sí, al que pillan no se le olvida. “Es humillante que te retengan en Primark, pero no por haber robado, sino por haber robado en Primark”, afirmó recientemente Salvador Sostres en Herrera en Cope sobre una joven capturada tras atentar contra el séptimo. Porque parece que cometer un hurto en Primark no solo está mal, sino que además, y esto es peor, es cutre.
“Es triste de pedir, pero más triste es robar”, le dijeron en el metro. El problema viene cuando ni se mendiga ni se birla por necesidad, sino por capricho. El referido artículo de ABC hace alusión a foros de internet y grupos de whatsapp donde la gente contacta y queda para chorizar en Primark. Los bajos precios, y por ende, el bajo valor que se atribuye a sus productos, reforzado por el sentimiento de impunidad, provoca en ocasiones que mangar sea considerado una actividad tan lúdica como jugar al pádel.
Es posible que usted se esté planteando si la oleada de hurtos ha dañado de algún modo a Primark. No solo porque durante su último ejercicio las ventas en nuestro país se incrementaron un 20%, sino porque Modaes ha publicado el compromiso de Associated British Foods de invertir 50 millones de euros más en España, que se materializarán en nuevas aperturas en Palma de Mallorca, Tarragona, Bilbao y Valencia a lo largo del año.
En cualquier caso, los ladronzuelos de Primark son de su incumbencia. El mencionado texto de ABC señala que en la comisaría de la calle Leganitos son denunciados unos 270 hurtos o robos al mes solo en el establecimiento de Gran Vía. De esta cifra, dos centenares corresponderían a sustracciones de productos a la venta. El resto, a la acción de los carteristas, que hacen su agosto entre los clientes aturdidos. Y nada de disculpar a los primeros y cargar contra los segundos. La acción, en su doble manifestación, es igualmente sancionable y cutre. Idéntico es el delito, y también la solución: medios públicos destinados a aplacar el déficit de seguridad privada de la mastodóntica tienda. Mangue a unos o a otros, Primark somos todos.