Más de veinte mujeres en toda España utilizan perros adiestrados para protegerse de sus agresores, un proyecto pionero y avalado por psicólogos
"¿Dónde coño estabas? ¿eh? ¡Ven aquí!". El hombre se dirige hacia América agitando los brazos, amenazándola, insultándola. Va a agredirla. Pero ella no huye y le da un primer aviso: "¡Vete!", grita. Él no se arredra, y sigue aproximándose, vociferando aún más. "¡He dicho que te vayas!", insiste. Segundo y último aviso. Cuando está a apenas un metro, América tira del arnés de Vero, su perro presa canario que hasta ese momento permanecía a sus pies, calmado. El gesto activa al animal, que se abalanza sobre el agresor, golpeándole con el hocico metido en un bozal. A él le inmoviliza. A ella, le salva la vida.
Ahora podría huir, llamar a la policía, o activar la señal del GPS telemático para alertar de que su expareja, condenado por violencia de género, ha quebrantado la orden de alejamiento. Pero es un simulacro. El hombre es en realidad un figurante, que recrea una ficción muy real, vivida por la propia América: "Le pusieron una pulsera de localización, yo tuve un escolta y dos órdenes de protección. Pero se acabaron y vino a por mí y volvió a maltratarme. Se avisó, pero la policía no llegó a tiempo", recuerda. Cree que el sistema de protección judicial, policial y social le falló y buscó una alternativa. Ella es una de las veinte mujeres víctimas de violencia de género que tienen en España perros adiestrados por la Fundación Mariscal.