Encuentro con el jefe de la empresa de desaloja a ocupas al que la alcaldesa de Barcelona ha desafiado ordenando a la Guardia Urbana que dificulten su trabajo
Empezó cobrando a morosos y hoy 'libera' casas también en Zaragoza, Madrid, Las Palmas..."No coaccionamos a nadie ni trabajamos para bancos", dice Esteve, ex boxeador
"Desokupa existe, en cierta manera porque la ley falla". Lo cuenta Daniel Esteve Martínez clavando su vista en el horizonte de Barcelona, sentado en un sillón de piel de guante de béisbol, en la planta más alta del gimnasio más exclusivo de la ciudad, en pleno Sarrià-Sant Gervasi, lejos de territorio okupa, su antítesis. Viste camiseta gris y chaqueta de piel negra cuyas mangas sube de vez en cuando. Al hacerlo, exhibe tatuajes con iconos de guerreros maoríes. Rapado, mirada de autosuficiencia, brazos listos para dar un gancho, luce aún como el boxeador que fue. Es el fundador de la empresa que a Ada Colau, actual alcaldesa de Barcelona, más inquieta.
El negocio de Esteve se ha erigido en la punta de lanza contra los okupas de la Ciudad Condal, donde el índice de invasión de inmuebles ha subido un 66% desde que gobierna Colau. Su trabajo consiste en disuadir a quienes ocupan edificios enteros o viviendas al margen de la ley para que los abandonen. Y lo que no logra la fuerza de la legislación, ellos lo hacen con su disuasoria presencia... "Grabamos en vídeo cada actuación. Ninguna es ilegal. No coaccionamos a nadie", insiste el ex boxeador. El Ayuntamiento de Barcelona no lo ve igual y habla de desalojos extrajudiciales. "Como ex okupa, la alcaldesa defiende sus intereses, no los de los pobres propietarios que se ven invadidos por delincuentes", opina Esteve, artífice del desalojo de 270 inmuebles, de ellos 11 edificios, como el emblemático Can Dimoni.
Suena el teléfono. Y de nuevo. Otra vez. Esteve lo pone en silencio. "Son 70 llamadas al día... Lo mínimo que cobramos son 4.000 euros más IVA y, por ejemplo, solemos hacer intermediaciones que tardan ocho minutos. Eso es lo más normal". Llegan, entonces, a ganar 500 euros por minuto de desalojo. Así, se puede permitir tener aparcado en la puerta un todoterreno de 80.000 y pagar 3.000 de alquiler.
Contesta una llamada. Se escucha al dueño de un solar, con una vivienda a medio construir dentro de 200 metros cuadrados: amueblado, garaje. "No se quieren ir", dice apesadumbrado su interlocutor. Esteve (Barcelona, 1970) pide más datos. Da el precio. Cobra de acuerdo a la dificultad y al valor de la propiedad. Está en la zona de dificultad media. Le dice al cliente que una vez pagada la mitad, ellos organizan lo que llaman "un operativo". Éste consiste en, con sus abogados, analizar la situación legal. Después, determinar el número de miembros del "comando". Y luego ir al terreno para "conseguir que abandonen una propiedad que no les pertenece". Si los okupas no se van rápida y voluntariamente, "como suele ocurrir porque nos tienen terror", los comandos de Esteve esperan a que abandonen la propiedad. Entonces, como "agentes de seguridad con identificación y con escrituras en la mano", cambian las cerraduras y aseguran las ventanas.
"La mayoría de las veces no se necesitan más de dos personas". De su eficacia dan buena cuenta los números que presentan: 2.000 llamadas al mes solicitando información sobre sus servicios, 67.000 visitas en su web cada tres meses y un porcentaje de resolución de casos del 100% fuera de Cataluña [y del 95% en esta comunidad autónoma].
Desokupa comenzó en Barcelona y ahora están también en la Comunidad Valenciana, Canarias, Madrid y Aragón. "Y donde nos llamen", agrega el dueño satisfecho. Lo cierto es que ha conseguido mejores números que cuando era boxeador profesional, peso pesado, y le apodaban El Segurata. "Por ser experto en seguridad". Peleó 15 combates: 11 victorias, nueve por KO, dos nulos y dos derrotas.
Acompañados de Crónica, Esteve y sus muchachos se desplazan al barrio de Gracia, epicentro del movimiento ocupa de la ciudad. Territorio comanche para los desokupadores. Delante, Can Dimoni, convertido el símbolo de eficacia de su trabajo. Es la gran casa okupada que desalojaron. Sus 93 kilos y 179 cm descalzo intimidan. Pero menos que quienes le rodean. Dos miembros de su equipo, uno con barba hipster y 185 cm; el otro parecido a George Foreman, a lo ancho y lo alto, 118 kg, 192 cm. "Y él es un pan de Dios, es el negociador, el que llevamos para que no haya conflictos". Eso sí, un gancho de izquierda y seguro no se levanta su oponente. El clon del bombardero de Texas se pone de espaldas. Mientras la sesión de fotos se produce, un treintañero saluda a Esteve. El Segurata cierra un poco los párpados para enfocar mejor y reconocerle.