FRANCISCO JOSÉ MURCIA SÁNCHEZ, INGENIERO CONSULTOR ESPECIALISTA EN PROTECCIÓN CONTRA INCENDIOS DE IBEREXT
La palabra “diseño”, etimológicamente deriva del término italiano disegno, que se define como la búsqueda de una “solución o conjunto de las mismas previas a un proceso de observación de alternativas”.
Dichas soluciones no siempre son las adecuadas, debido a que solemos llevar cargadas a nuestras espaldas unas pesadas mochilas llenas de circunstancias, tales como comisiones por venta, competencia con la que seré comparado, conocimientos, ética profesional, circunstancias personales y un largo etcétera, que condicionarán el resultado final de un diseño de protección contra incendios.
Como profesionales, es nuestro deber aparcar nuestra mochila y orientar nuestro diseño, nuestra propuesta económica, para que el usuario final se sienta y esté adecuadamente protegido, en función del uso final que tendrán sus instalaciones. Los objetivos que debemos perseguir principalmente son:
1. Diseño correcto a norma. Debemos conocer e interpretar las normas de diseño para aplicarlas correctamente. Ejemplos de diseños ineficaces o insuficientes son: los sistemas de alarma en espacios donde el ruido ambiental no se tiene en cuenta, debiendo aumentar considerablemente la cobertura de sirenas y/o balizamientos; sistemas de abastecimiento con aspiraciones imposibles que provocarán la cavitación; sistemas de extinción inapropiados, por ejemplo, por no tener en cuenta aberturas que provocarán que el gas extintor escape y no sofoque el incendio; sistemas de rociadores por agua en los que no se tienen en cuenta obstrucciones, descuelgues de vigas, conductos o soportación inadecuada.
Es un error pensar que las normas, las leyes o las obligaciones son siempre para los demás y que nunca tienen que ver con ellos, que las normas se pueden “flexibilizar” a su conveniencia. No es ético retorcer las normas de diseño para acomodarlas a deseos puramente económicos.
2. Diseño apropiado a su fin. En la actualidad existen numerosos sistemas homologados que no son los habituales, que pueden ofrecer al usuario final mejores prestaciones que las existentes hace 10 años.
Ejemplos son: cámaras de televisión con detección de incendios incorporada; extintores de solución acuosa de alta eficacia, que en caso de descarga no provocan daños colaterales (desalojos, limpieza…); sistemas de detección de humos por aspiración para ambientes muy polucionados; sistemas de detección temprana de temperatura; gases inertes y químicos ecológicos; depósitos móviles que incluyen grupo de presión; aljibe y espumógeno industriales.
3. Diseñar con normas actuales. El Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (RIPCI), del año 1993, hace mención a normas de diseño UNE, cuya aplicación es obligatoria en nuestros diseños. Estas normas UNE han sido revisadas adaptándose a las circunstancias actuales, que años atrás no se daban o no se tuvieron en cuenta; pero no es obligatorio aplicarlas hasta la entrada del futuro Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios. No aplicar estas nuevas versiones es lo mismo que no dotar de mayor seguridad al cliente.
Trasladado al mundo del automóvil, es cómo si a día de hoy todos tuviéramos vehículos con la misma seguridad que estaba obligada en el año 1993, es decir, cinturones de seguridad.
Un ejemplo lo marca la UNE de diseño e instalación de detección y alarma contra incendios, la UNE-EN54 parte 14. El RIPCI no nombra la última versión de esta UNE, que fue del año 2004, por lo cual en principio no la hace obligatoria, obviando puntos muy importantes de diseño, como son:
En el caso de detectores lineales de haz óptico o barreras se ha ampliado la superficie vigilada máxima a 1.600 metros cuadrados y se ha eliminado la referencia a la distancia máxima de cien metros, que ahora queda limitada a la declarada en sus prestaciones por el fabricante y superficie máxima.
Mayor precisión respecto a la distancia del elemento sensible con el techo.
Cambios de detección en espacios de gran altura.
4. Diseñar sin abaratar componentes. Es un error diseñar e instalar materiales inadecuados al uso de la futura instalación para conseguir un menor precio de venta.
Debemos explicar al usuario final las ventajas que tiene seguir las indicaciones del fabricante y las normas de diseño vigentes, porque le aportarán un valor añadido a la seguridad de sus instalaciones, consiguiendo reducir el número de averías y reparaciones futuras.
Evitemos caer en la trampa del precio bajo a costa del futuro rendimiento a largo plazo de las instalaciones de protección contra incendios.
5. Diseñar soluciones técnico-económicas. Siempre he creído en la regla de que el buen diseñador es aquel que da con la mejor solución “ético-técnica-económica”. Diseñar conforme al uso final que el usuario dará a su instalación no tiene por qué ser más costoso. Debemos tener en cuenta el coste de una instalación desde su diseño, pasando por la instalación, hasta llegar al coste de los mantenimientos (preventivos y correctivos), durante la vida útil de los sistemas diseñados.
Los diseños de protección contra incendios basados únicamente en el factor económico, sin tener en cuenta si es apropiado para el uso final, llevará a invertir sumas de dinero importantes en averías, provocando incluso una futura sustitución por otro sistema que sí era el más adecuado.
6. Diseño pensando en mantenimientos viables y posibles. En un diseño adecuado, debemos tener en cuenta el cómo se realizará el mantenimiento de las instalaciones proyectadas, considerando el uso real que le dará el usuario. El papel lo admite todo, pero la realidad no: atrios inalcanzables, falsos suelos o techos con detectores puntuales, los cuales son inaccesibles porque tienen moqueta; techos no desmontables y que no se podrán probar y limpiar; sistemas de rociadores sin puntos de prueba o vaciado; sistemas de detección de humos por aspiración inapropiados en ambientes muy sucios o con humedad, los cuales al poco tiempo dan averías y acaban apagados o anulados.
El no tenerlo en cuenta, llevará a no realizar el correcto mantenimiento, lo que derivará en un sistema poco eficaz ante un incendio con numerosas averías y bajo rendimiento.
Medidas adicionales
Para que todos los puntos anteriores puedan llevarse a cabo, aparte de nuestro propio criterio, serían necesarias ciertas medidas adicionales:
Mayor control de la Administración y de las OCAS reguladas en inspecciones periódicas, tanto a las instalaciones legalizadas como a las que no lo están y no aparecen registradas.
Contar con una enseñanza oficial regulada y homologada en protección contra incendios, que abarque desde ingenieros a técnicos especialistas en sistemas activos y pasivos de protección contra incendios, al igual que sucede en otras ramas en ingeniería y en formación profesional (véase la rama de electricidad).
Recordemos que cuando se produce un incendio es un fracaso de todos nosotros, desde la Administración que regula y legisla, pasando por los actores que intervienen en la protección contra incendios, hasta llegar al usuario final. Todos tenemos nuestra responsabilidad y la oportunidad de conseguir instalaciones cada vez más seguras y fiables.