«Escapar, esconderse o luchar» son, por este orden de prioridad, las tres opciones para sobrevivir, aunque huir no es siempre la decisión más recomendable
En el cuerpo a cuerpo con un terrorista, lo primordial es dejarlo inconsciente lo antes posible para evitar que detone los explosivos que pueda llevar adosados
Con la amenaza terrorista siempre latente y especialmente tras los atentados de los últimos meses, cada vez hay más personas interesadas en aprender cómo defenderse en el caso de verse envueltas en un ataque de estas características. Para conocer cuáles son las claves para sobrevivir ante una acción yihadista, grabamos una clase del maestro Juan Romero Pons, director nacional de Combat Hapkido España, que imparte lecciones de defensa personal donde se aprenden técnicas y estrategias para enfrentarse a todo tipo de agresiones y criminales. Anteriormente ya descubrimos en vídeo qué hacer ante una agresión sexual y en esta ocasión profundizamos en cómo salvar la vida en un asalto terrorista.
Para sobrevivir a un atentado existen tres procedimientos, por orden de prioridad: escapar, esconderse o luchar con el terrorista. Huir no es la mejor opción en todos los escenarios. En algunas ocasiones, como señala el maestro Romero, la escapada puede convertirse en una «huida hacia la muerte», como en el caso de no calcular bien hacia dónde se corre. Seguir a la masa enloquecida no suele ser la mejor de las elecciones, ya que se acostumbran a formar tapones y producir avalanchas, con el riesgo añadido de morir aplastado, y no siempre se dirige al lugar más seguro.
Antes de nada hay que ser consciente exactamente de dónde vienen los disparos y dónde se encuentran los terroristas para evitar meterse en una ratonera. Asimismo, al huir es conveniente hacerlo por la vía de escape más alejada a la línea de fuego del tirador y correr de perfil respecto a él. De esta manera se minimiza la superficie expuesta a las balas y es más improbable recibir heridas mortales, además de que el atacante tendrá una mayor dificultad para seguir un objetivo en movimiento.
Hacerte el muerto puede salvarte
Tal y como se puede ver en el vídeo que encabeza esta información, cuando escapar no es posible o no es prudente, hay que tirarse al suelo para esquivar las balas y ponerse a cubierto en caso de que exista alguna superficie que nos pueda servir como escudo o bien como escondite. Y, de encontrarse en una situación en la que no haya escapatoria, fingir estar muerto es una solución que ha permitido sobrevivir a un buen número de víctimas de atentados, según afirma Romero. Es preciso hacerlo manteniendo una postura natural y colocando la cabeza de modo que se puedan ver los movimientos del atacante.
Enfrentarse físicamente a un terrorista islámico supone una dificultad añadida en comparación con el combate con otro perfil de agresor, ya que el yihadista frecuentemente lleva explosivos que puede hacer estallar en cualquier momento, por lo que no se pueden usar las técnicas habituales de forcejeo o reducción ante el riesgo de detonación. El objetivo primordial en una lucha cuerpo a cuerpo con un terrorista siempre tiene que ser dejarlo inconsciente para evitar que detone los explosivos que pueda llevar, según Romero. Eso puede lograrse golpeándole en determinados puntos anatómicos que producen dicho efecto y que no dependen de la fuerza que se aplique sino de la destreza y la precisión.
En el caso de ser víctima de una toma de rehenes, es muy importante obedecer las órdenes de los captores y pasar lo más desapercibido posible. Si surge la ocasión adecuada para pasar a la acción, la prioridad tiene que ser de nuevo dejar inconsciente al terrorista, ya que, de no hacerlo así, la muerte del rehén rebelde está casi asegurada. Por último, cuando las autoridades intervienen, es preciso actuar con calma y seguir las indicaciones dadas. De haber arrebatado el arma al atacante, hay que tirarla para evitar que la policía nos tome por un yihadista.
El pánico provoca rigidez, respiración acelerada y sudoración
Al vivir un atentado terrorista, el miedo extremo genera una serie de reacciones fisiológicas que hacen más difícil la defensa: la rigidez en las extremidades, la respiración acelerada, la sudoración... Por eso, el maestro Romero remarca que uno de los objetivos de las lecciones de defensa personal es interiorizar una serie de patrones mentales de respuesta ante una situación de estas características, de modo que, pese a la parálisis típica del momento, el individuo sea capaz de protegerse a sí mismo e incluso a los demás. Alguien que no esté adiestrado en técnicas de defensa personal «no tiene prácticamente posibilidades de sobrevivir en una lucha cuerpo a cuerpo».