La víctima lamenta la "inseguridad" de los trabajadores del sector en servicios conflictivos: "Nos vemos solos, vendidos"
Un hombre fue detenido en la madrugada de ayer como presunto autor de una brutal agresión a una vigilante de seguridad de la estación de autobuses de Oviedo. El joven la emprendió a puñetazos y patadas después de que la agente le llamase la atención por traspasar las cintas que delimitaban una zona acotada en las dársenas de la terminal. Tras ser amonestado por otros pasajeros, el agresor echó a correr llevándose el teléfono móvil de la víctima, pero poco después fue localizado por una dotación de la Policía Nacional en la calle Fray Ceferino. Acusado de robo con violencia, hoy pasará a disposición judicial y será encausado esta mañana en un juicio rápido.
Eran las cinco y veinte minutos de la madrugada. La vigilante, María Antonia Celadilla, de 51 años, apercibió al acusado al observar que cruzaba por debajo las cintas con las que se separa la zona de la que salen los "búhos" del resto de los andenes. Según el relato de la agredida, "le pregunté adónde iba y me dijo que a Gijón. Le indiqué la dársena de la que salía el autobús, la cuatro, y la hora de salida y se fue, pero al poco tiempo volvió a intentar cruzar las cintas". Al llamarle de nuevo la atención, el joven la insultó y la amenazó, a ella y a un compañero del servicio de limpieza que se encontraba a su lado, con "darnos dos puñaladas por la espalda". Cuando poco después ella salió a los andenes a retirar la cinta, "porque llegaba un autobús cargado de pasajeros de Madrid", el agresor se le acercó, le puso la mano el hombro y al quitársela la emprendió a puñetazos en la cabeza y la cara, la tiró al suelo y allí siguió propinándole puntapiés hasta que la llegada y las recriminaciones de algunos viajeros que habían sido testigos del ataque puso en fuga al asaltante. Una vez denunciado lo ocurrido a la Policía, los agentes encontraron y arrestaron al hombre y lo trasladaron a Comisaría.
Fuertemente magullada en la cara y un ojo, dando gracias por la presencia de los testigos que acorralaron a su agresor, la vigilante lamentaba ayer la vulnerabilidad en la que se encuentra en ocasiones el personal de seguridad privada en determinados lugares y horas particularmente conflictivos como la madrugada en una terminal de autobuses. La soledad del servicio en esas circunstancias, sin compañía, le hace lamentar que a veces "nos vemos solos, vendidos, en una situación de inseguridad muy grande, porque hay mucho loco suelto". Se lo dice la experiencia de "trece años trabajando en estaciones de autobuses" y unos cuantos juicios por altercados a sus espaldas, todavía con el susto en el cuerpo y la certeza de que a esas horas de la madrugada "si no llega a ser por la gente que había alrededor me mata".